Más de veinte años después de la gran ola de democratización que acabó con los regà menes autoritarios que actuaban con rigor en la región, América Latina ofrece hoy todavà a la cara de un subcontinente preso por los viejos demonios del pasado. La alternancia en el poder se produce hoy en dà a sin plantear mayores dificultades, los Estados viven un pluralismo polà tico apaciguado, la izquierda ha dejado de ser sinónimo de peligro marxista, la derecha ya no es una amenaza autoritaria, y la mayorà a ya no intenta arrasar con la oposición. Sin embargo, la historia ofrecerá aún numerosos ejemplos de prácticas heredadas de un tiempo que se consideró superado con demasiada rapidez. Las tentativas de golpe de Estado, las presiones sobre los parlamentarios o sobre los jueces, el recurso abusivo a la legislación de excepción, son algunas de las razones para dudar de que América Latina haya pasado, de manera definitiva, las páginas sombrà as de su historia.