Cuando los nazis llegaron al poder, en febrero de 1933, registraron la casa de los padres de Horvath en Murnau y el escritor fue amenazado publicamente en el Volkischer Beobachter. Ese mismo ano sus obras fueron quemadas en publico por los nacionalsocialistas. Horvath se convierte con esta novela en fiel cronista de "su tiempo", capaz de reproducir los usos del lenguaje fascista tanto a nivel militar como civil y de mostrarnos a traves de ellos como el individuo de a pie adopta sin mas los tonos por los que ya se ha dejado seducir. Si en Juventud sin Dios el maestro tenia una sensacion ambivalente respecto a ello, el soldado de Un hijo de nuestro tiempo esta entusiasmado con los usos del Estado fascista y habla siguiendo el modelo ideal de lenguaje tipificado por los nacionalsocialistas.